lunes, 19 de mayo de 2014


COMPLEJO DE CULPA


Era primavera y las hojas del bosque aún eran verdes, refulgentes y doradas. Era de esos días en los que cuando dan las 4 de la tarde no puedes hacer otra cosa más que resguardarte, pues el sol, tímido, acechante, se cuela entre los rincones y amenaza con quemarte a la más mínima oportunidad… Y qué oportunidad… Echado en ese banco del parque… Menos mal que mis hombros ya no eran lo suficientemente fuertes para enseñarlos, mis piernas ya no tenían el suficiente bello que las cubriera, tan frágiles ahora…70 años son muchos, y mi cuerpo no contradice jamás al tiempo.


- Estás igual que siempre.

La mujer que estaba esperando se da la vuelta. El tiempo se ha desvanecido entre sus dedos tan despacio… es la misma, de eso no hay duda. Como tampoco que los 20 años que nos separan se hacen más acuciantes: ella se conserva como una escultura de mármol impoluta y perfecta, donde solo el roce del viento la ha ido esculpiendo y la ha hecho más perfecta. Yo, sin embargo… 20+20. 20 años nos separan y 20 años desde entonces. Es demasiado tiempo para un viejo que a pesar de amar la belleza y conspirar por la juventud eterna, solo ha conseguido envejecer como el humano más decrépito de todos. La muerte acecha, y se nota en cada uno de mis poros.

- ¿Qué…? ¿Tú? ¿Qué..? ¿Qué haces aquí? ¿Pero que..?

Me acerco y con un gesto aún infantil sello sus labios con mis dedos. Le guiño el ojo con picardía y sonrío.

- Sabía que te encontraría aquí. Llevo siguiéndote tanto tiempo…

Ella sonríe. Es la misma sonrisa que siempre sonrosada y carnosa. Los mismos ojos claros que atraviesan la luz y se vuelven translúcidos. La misma piel blanca y perfecta. Su pelo rizado antes rubio, ahora es casi blanco y lo lleva atado en un moño.

- ¡Esteban! - grita de alegría - ¡Eres tú! ¡Cuánto tiempo!

La cojo de la mano, y ya está a mi lado.

- ¿Qué haces aquí?

Me apoyo en uno de esos coches aparcados a la perfección en la acera del parque. Parezco Humphry Bogart, con mi pelo como siempre, blanco, el tupé, las patillas que aún me dejo largas. El cigarro que me enciendo con la cabeza ladeada mirando de reojo y sonriendo.

- Lo de siempre chata, ¿qué esperabas? ¿una ovación y una epifanía a mi nombre? Pasaba por aquí.
- Ya.

Sonrío.
Sonríe.

- Sabes que no es cierto - responde. - Tú estás aquí por algo.
- Ya, tú siempre tan lista, lo sabes todo.
.- Y tú siempre tan maleducado.

Sonríe.
Sonrío.

- Paseaba y decidí verte. ¿Qué es de tu vida doña sweet-baby? ´¿Qué has hecho este tiempo?
- Lo dices como si me hubieras visto hace días, o meses. Son 20 años, Esteban. 20 años sin verte.
- ¡Los mismos! ¿Pero algo habrás hecho no?
- “¡ajajá” Pues claro. Casarme por ejemplo. Escribir no una, sino varias novelas. Tener nietos. Aquel de alli, por ejemplo - señala al tobogán mientras un querubín de pelo dorado se desliza alegremente. - ¿Y tu?
- Rosana, yo nada.
- ¿Cómo que nada? Algo habrás hecho…
- ¿Si te digo que nada me creerías? ¿si te digo que durante todo este tiempo solo observaba como pasaba sintiéndome cada vez más estúpido, más mediocre porque mi vida no derivaba en absolutamente nada? Una repetición de días, Rosana. He sido tan estúpido…
- ¿Por qué?
- Porque nunca te dije lo mucho que debía de quererte en aquel tiempo. Lo inalcanzable que parecías y lo inverbe que era al valorar mi vida con tan poco aprecio… La belleza, el dinero. Todas esas cosas tenían sentido para mi, y tu estabas tan lejos de todas ellas…
- ¿Qué…?
- No me malinterpretes Rosana. La belleza no. Poseías una perfección tal que los cánones estériles, hieréticos, que compartía con el sector de la sociedad más desarraigada..la que valoraba la moda, la televisión, las posesiones y el éxito… todas aquellas cosas, ya sabes, no me dejaban ver la esencia de la realidad. Tú. Y esa verdad ha podido conmigo todo este tiempo. Si estas palabras son las que ahora consigo expresar es porque están debidamente estudiadas. Demasiado tiempo pensando. Y es ese..
- Pero no…
- ¡Déjame terminar! Y es ese sentimiento de mediocridad efímera, de pesadumbre abotargada, lo que me ha hecho mella todo este tiempo. Echarte de menos. Dejarte escapar. Fueron unos meses tan importantes para ti Rosana… me quisiste tanto y con tanta fuerza… y yo… no lo valoré. Simplemente no lo valoré. Y es una mochila de piedras que llevo sobre mis hombros y no me ha dejado respirar durante este-no-tiempo. Tiempo para ti, muerte para mi.
- Pero me dejaste ir.
- Sí. Te dejé renacer.
- No, me dejaste ir. Y te odié. Y ya no te odio, Esteban. Solo quiero que te vayas. De todas las personas de este mundo, solo no querría estar contigo. Hasta luego.

Y así es como ella desapareció entre las hojas tintineantes del bosque de mediodía. Así es como acabé muriendo entre mis recuerdos. Muerte y resurrección. Belleza y destrucción. La vida para otros y para mi.

martes, 4 de diciembre de 2012





EVA, VENGADORA DE EXTRAÑOS

Os juro que nunca me olvidaré de ella, nunca. Eva. Mujer sinuosa de hábitos extraños. Su voz era aterciopelada, tanto, que cuando hablaba parecía que intentaba dormirte; tanto, que cuando te susurraba al oído deseabas que estuviera más cerca. Tocar esa piel suave y tersa, esas mejillas sonrosadas, la melena larga, su rizado y pelirrojo pelo… sus ojos verdes, mirada perdida en el abismo, espacio detenido en agujeros del tiempo. Sí, ella era de las que tenían esas risas pegajosas. Ya me entendéis, de ese timbre de risa que una vez que lo escuchas no puedes dejar de reírte, sin parar.

Yo la conocí un 14 de Septiembre. Hacía sol y el parque estaba cubierto de hojas secas. Era como una enorme manta dorada en la que se reflejaban los verdes, los ocres, como si danzaran peleándose entre ellos. Scotty, mi pequeño perro que era exactamente igual que el perro del anuncio de Scottex (de ahí su nombre) me hacía señales desde el otro lado del parque, deseando que le lanzara la pelota. Sonreí y pensé en lo feliz que era: puesto estable en el mundo de la publicidad…¡director jefe nada menos! , un pisito de alquiler en pleno centro de la ciudad, un perro que me adoraba y miles de mujeres que no podían dormir sin mí… Y es que… mi físico me acompañaba, para qué nos vamos a engañar… metro noventa, complexión atlética, de gimnasio, moreno, despeinado, con ese tipo de barbas que ocultan siempre unos ojos espectaculares, de esos que impactan a las mujeres y que suelo utilizar para alagarlas e intimidarlas… Me gusta vestir a la moda, no me puedo quejar. Jamás me olvido las rayban en casa, los pitillos tejanos, las converse, mi coche mini rojo…Es un rollo que suele funcionar. Y a mí me encanta funcionar, siempre…

Y cuando estaba a punto de lanzarle la pelota a Scotty absorto en mi felicidad… aparece ella, como de la nada. Quiere cruzar el césped. Justo por donde estoy yo, erguido… a punto de lanzarla. Me mira. Siento como una corriente eléctrica recorre mi espalda. ¡Aaaaah! ¡Es perfecta! Podré conseguirla, una más. Como siempre.

Una semana más tarde me encontraba en medio de la carretera, desnudo, con una tarjeta que rezaba: “¿Ahora quién gana? Yo gano, tu pierdes. Te lo merecías. Dana”

 Después de cenar con Eva (donde la había enseñado lo buen y aventajado cocinero que era), habíamos estado follando en mi habitación de forma desaforada. Eramos como dos conejos en celo donde el espejo, único testigo de nuestro encuentro observaba cada uno de los movimientos de mi cuerpo. Ella me pidió que la acompañara a casa. Me negué varias veces porque me daba pereza hacer tal cosa por una chica a la que no conocía de nada… Y tras insistirme de una forma tal, no pude negarme y la subí a mi coche. Creo que fue la cena. Debió de echar algo porque estaba conduciendo y no noté que estaba quedándome dormido. Eva se reía. Sí, con esa risa que comentaba al principio, y cuando quise imitarla y reirme con ella ya no vi el volante. Lo siguiente que recuerdo es que ya no estaba mi ropa. Que mi coche había desaparecido. Y aquella tarjeta… ¿Dana? ¡Es cierto! ¡La recuerdo! Fue esa chica de la que pasé tras quedar con ella varias veces… La hice pensar que quería algo con ella... La prometí que viviríamos juntos, que iríamos.. a ¿Praga? ¿Viena? Bah… me aburrí de ella y Dana lloró el día que pasé de llamarla.

¿Pero qué tenía que ver Eva con aquella chica? Estaba decidido. Tenía que descubrirlo. Y en pelotas, tal como estaba, tapando mi miembro con una sola mano, recorrí los 10 minutos que me quedaban hasta mi casa.

El google me serviría de compañero aquella noche. “Eva Sanfrancisco”. Una página de facebook apareció ante mis ojos. No lo tenía capado en absoluto. Podía leer su muro con absoluta libertad.  Como en un impulso sin dominar, posé mis ojos en la descripción de su perfil:

“Eva Sanfrancisco, vengadora de extraños. ¿Has tenido algún problema con algún hombre? ¿Te consiguió con halagos, te prometió la luna y desapareció de repente? ¿Saliste con él  y comenzó a decirte que tenía interminables reuniones hasta que supiste que te la pegaba con otra? ¿Le querías pero de repente te dijo que no eras nada para él? Yo soy tu solución. Es el momento de tu venganza. Ven a hablar conmigo y juntas encontraremos una forma dulce de reconciliación con tu propia autoestima. Servicio rápido y discreto. Por ti y todas las mujeres de la tierra. Es tu momento”.

No existían comentarios. Tan solo esta pequeña descripción. ¡Pero era ella, era su foto! ¿Sería una broma?

No. No podía ser cierto. ¡Había sido víctima de una loca! ¡Una loca profesional, guiada por otra loca que quería vengarse de mis actos!

A partir de ese momento, Eva se convirtió en mi obsesión. Encontré su dirección, busqué en foros para describir los lugares que solía frecuentar. Esta me la tenía que pagar, por supuesto.

Parece que se reunía en cuatro bares concretos. Por la noche, parecía una más. Igual de bella que siempre, se situaba en una esquina del garito, como esperando. Su vestido blanco, de encaje, ocultaba unos pechos incipientes, naturales, que se posaban grácilmente en una silueta perfecta. Su mirada se perdía entre la multitud. Era la mirada de una mujer fuerte que observaba el entorno con la sabiduría herida de años de travesía, tras una sonrisa pícara y dulce, una mezcla maquiavélica de pasión desenfrenada. Sus bellos ojos pintados se posaban en cada uno de las personas que entraban en el bar, pero al mismo tiempo no observaban nada. Era como si su única misión en aquel momento fuera estar allí. Estar. Como una muñeca de porcelana descansando en la balda de la habitación de una niña olvidadiza. Sí, como eso.

Se rumoreaba, en los foros que había asesinado. Que pocos, algunos, tan solo algunos habían desaparecido sin dejar ningún rastro. No podía creerlo.

Parecía tan inocente… Desde luego que chocaba con el ambiente. Bar de rock. Punks  con cresta en las esquinas. Heavies con sus chupas de cuero, melenas largas y barbas de varios días. La droga corría a una velocidad tal que solo podía ser comparable a la velocidad con la que el alcohol hacía efecto en sus venas. Ojos desorbitados. Risas desenfrenadas y tantas manos sujetando cervezas, copas… la vida dejada a un lado para olvidar. La vida dejada a un lado para poder ser vivida, torbellino de momentos reconciliados. Resacas para ser recordadas al día siguiente.

No podía dejar de mirarla. Me atrapaba en cada uno de sus sutiles movimientos. Y justo, en aquel momento su mirada se posó en la persona de aquella noche. Una chica gótica sujeta a la barra de un bar. Pelo moreno y flequillo de los cincuenta. Cuatro tatuajes en un brazo, piercing en el labio. Eva baja la mirada y se encuentra con la de ella.


- Ponme otra Sebas. Eva ha llegado.
- No hace falta Sara. Cuéntamelo todo. Necesito saber cada detalle, vamos.

La chica gótica parecía de esas chicas fuertes. Esas, que van tan pintadas, tan chocantes a la vista que esperas que te ruja a la mínima. Ya me entendéis, de esas que tienen carácter, demasiado.  Yo seguía observándolas con mi gintonic entre las manos. Hacía como si hablara con aquel grupo mixto, hombres y mujeres a los que no conocía de nada. Daba igual. Iban tan borrachos y drogados que podía haberles dicho que era su hermano y me hubieran creído. Así que las observaba de medio lado, por el rabillo del ojo, lo suficientemente lejos como para que no me vieran, lo suficientemente cerca como para enterarme de la conversación.

Fueron las palabras de Eva, la mirada de Eva. La mano posándose en la de ella. Sara comenzó a llorar. La fuerza de su aspecto de desvaneció en dos hilos de lágrimas negras, un par de cleenex llenos de mocos. Su cuerpo convulsionándose en espasmos, fruto del llanto contra el cuerpo firme de Eva.

- Él… él… Cuando llegué a casa… Él… él…
- ¿Qué pasó Sara? Cuéntame, no temas.
- Cuando llegué a casa… Él estaba en nuestra habitación… con… ¡otra! Escuchaba sus gemidos tras la puerta… Era la cama que compramos juntos… ¿sabes? Èl decidió que los muebles debían de ser buenos porque era una inversión de futuro… y…
- Bien. Lo estás haciendo muy bien. – contestó Eva mirándola a los ojos mientras la abrazaba. - ¿Conocías a la chica? ¿supiste quien era?
- ¡No! Bueno sí… pero no pensé que pudiera… Él me quería… No podía pensar que pudiera liarse con su mejor amiga, de forma tan descarada… supe que era ella porque la escuché tras la puerta, era su voz, estoy segura…
- Pero… Sara… ¿Notaste algo de él antes de que ocurriera esto?
- ¿Algo?
- Si, algo, ya sabes. Señales.
- ¿Señales?
- A ver Sara… Pues… que hubierais tenido problemas… discusiones, notarle alejado… ya sabes…
- Pues…no. Nada.
- ¿Nada?
- No.
- Bien. Tu venganza será proporcional a tu dolor. ¿Cómo quieres que lo hagamos?
- He traído el dinero. Quiero el pack completo. Quiero que sufra. Me gusta la Estrategia de la Locura.
- Perfecto. Le seguiré para estudiar sus rutinas… ¿sabes como funciona esto, no? Cambiaré aspectos concretos de su vida…como el lugar donde pone las cosas… el nombre de su DNI, convenceré a sus vecinos para que le digan que no le conocen… ese tipo de cosas… ¿entiendes lo que supone?
- Sí. Que no podré tener más contacto con él.
- Y si lo tienes es para confirmar mis trampas. Él sufrirá y tu te sentirás mejor.
- Ojalá Eva.
- De verdad.


Tras esta conversación, Eva se levanta de su asiento. Mira al camarero y pide un chupito, bebiéndoselo de un trago. Tan masculina y a la vez tan femenina… Mira a Sara y se despide. Pero no se va. Solo se desvanece en el tumulto, mismo bar, misma esquina.

Es Dana. La he reconocido. Está ahora a su lado. Qué frágil parece ahora. Es increíble que no me hubiera dado cuenta antes de su fragilidad. Abraza a Eva. Parece que se va a romper, en pequeños pedazos, como si se la llevara el viento. Su media melena rubia se posa en los hombros de Eva. La vuelve a abrazar.


-  No sabes lo agradecida que te estoy Eva. – dice Dana mientras su voz se quiebra por momentos. – Lo hiciste tan bien… Solo siento que tuvieras que acostarte con él. Es algo que no sé estuvo bien, realmente…. Pero ahora…estoy tan… completa…
      - Se ha hecho justicia, amiga mía.
- Toma, la otra mitad del dinero. Al final del trabajo, como acordamos.
- Toma, el vídeo donde aparece él un poco… ya sabes, desnudo de espíritu. Te reirás, seguro. Es el recuerdo de tu triunfo.
-  ¿Por qué haces esto?
-  ¿El qué…Dana?
-  Ya sabes. Estos encargos. No ganas más que dinero. Debió de ocurrirte algo muy duro en el pasado para que te hayas dedicado tan de pleno…
- No hago nada de más. Lo hago por mi y por todas las mujeres del mundo. Alguien tiene que hacerlo, ¿no?


Y lo peor de todo, es que era cierto.



Ansiedad Narcoléptica

Uuuh! Ansiedad, nudo en la garganta, palpitaciones, sudor…uuh! Vibrando con la expectación, esperando a la aniquilación de-un-solo-momento. Ese momento. Que se aproxima, que llega…ex - plota. En mi cara, a punto de prepararme para la ocasión. ¿Es injusto pedir un momento de calma? Lo es. Para mí lo es. La calma no existe, es inaccesible, como un tarro de mermelada situado a demasiada altura para un niño pequeño.

Aquel fue el momento de la determinación. Había que decidir si quería enfrentarme a aquello. Avanzando, despacio, con el corazón bombeando a mil por hora, por las calles de aquella enorme ciudad impersonal y hostil.

Ella…¿me esperará?. Ella.. ¿estará esperando a otro? Me la imagino tan bella, tan frágil, tan blanca de piel… sus labios languidecen cuando me miran, haciendo ese pequeño gesto con la lengua que se posa sobre ellos de una forma graciosa y sutil. Ahora ella estará realizando ese mismo gesto, sonriendo de forma improvisada y personal a aquella visión borrosa de ese alguien que nunca seré yo.

¿Es tan difícil el control de la situación…el control sobre mí mismo? Por qué cuando existe ese otro que decide, que se expresa de forma autónoma, que solicita nuestra presencia, solo a veces… es tan complicado la autogestión. Las emociones nos impactan en el momento más insospechado, nos abordan. Se implanta en nuestro cerebro un recuerdo que nos secuestra, que nos obnubila cuando menos nos lo esperamos, produciéndonos un dolor inmenso.

Y ahí estaba yo. Frente a una puerta. La puerta de la verdad. Ella me produciría ese dolor tan tremendo que he estado evitando todo este tiempo. Sé que si visualizo esa visión de horror, que minutos antes rondaba en mi cabeza me romperé. En mil pedazos. Y la teoría de la mecánica cuántica hará imposible su unión porque seré otro diferente. Otro en el mundo. Otro sin ella.




In-Sa-Tis-Facc-Ción

In-sa-tis-facc-cción. Insatisfecho estás cuando algo no te satisface. Algo no te satisface porque no llegas al mínimo. El mínimo de lo que pretendes. El mínimo de lo que te satisface. ¿Y qué me satisface? Estar aquí de pié, sentir el poder. Mirar a aquel. ¡No! ¡a aquel! Y sentir que puedo con todo. Él vendrá porque le he mirado. Él vendrá porque estoy buena, me siento satisfecha con-migo-misma. Sa-tis-fe-cha. ¿Satisfecha? ¿Por que él me mire al escote? ¿porque haga lo que yo quiero? ¿Y qué es lo que yo quiero? Salir de aquí, afuera, que me quieran. ¿Entonces? ¿qué hago aquí observando a aquel del fondo? “ Es tu noche y tienes el poder, puedes con todo porque ellos te quieren”. No puedo, me derrumbo. No me encuentro. ¡No quiero engancharme a una relación con alguien que me haga daño! ¡No quiero sufrir! In-Sa-Tis-Facc-Ccion. Insatisfecha, como ahora teniendo el poder. Como ahora, cuando lo tienen otros.



La mujer que siempre esperaba


Ella esperaba. Siempre esperaba, se había acostumbrado a esperar. Tanto tiempo… parada, observando delante de su ordenador. Y no existía ningún Él que quisiera chatear. A veces delante del ordenador, otras en las fiestas de sus amigos. Se sentaba en un lugar apartado: un sillón, una silla, un rincón olvidado y oculto y miraba a su alrededor. Sentía que alguien, en cualquier momento la hablaría. Había tantos chicos en aquel lugar… Algunos la miraban, otros no sabía que se ocultaba. Porque ocultarse significaba apartarse, no interactuar. Interactuar era exponerse a una negativa. Y si de algo estaba segura es que habría muchos “nos” delante de una conversación.

Recordaba lo que sus amigas la decían. “Chica, si es muy fácil. Somos mujeres y decidimos. Primero una mirada, después una sonrisa y seguro que él se acerca, lo tendrás enseguida comiendo de tu mano, mujer”. Pero eso nunca ocurría. Porque a ella no le gustaban los “nos” y prefería ocultarse.

Siempre se había imaginado como en aquellas escenas de las películas que veía los domingos en sesión matinal: ella no conoce a nadie y se va a una fiesta. Como no conoce a nadie, se le acerca un chico. ¡El más atractivo de la fiesta! ¡Qué casualidad! Y se pone a hablar con ella porque la ve sola, perdida y desorientada. Eso es atractivo: una mujer ajena a lo que le rodea, pensativa, como por encima de todo lo demás. Ella entonces, se haría la desinteresada, como si ese pequeño encuentro fuera algo circunstancial y poco interesante. Como si ella no necesitara esos encuentros fortuitos. Y entonces, él descubriría lo interesante que era, la profundidad de su mundo interior, la belleza de su alma camuflada en pequeños detalles insignificantes: una sonrisa cabizbaja, una mirada fortuita, la pronunciación pausada de una pregunta, el tono musical de su voz. Y ya lo tendría.

Pero eso nunca ocurría. Ella esperaba, recorría con la mirada las personas que la rodeaban en aquella fiesta de aquel amigo que la había dicho “¡Tia! ¡Vente! No te preocupes si no conoces a nadie. Te lo pasarás bien, hay muchos chicos majetes por aquí”. Y ella había acudido, la habían presentado a mucha gente. Pero esa gente, que ahora sabía su nombre se divertía bailando, bebiendo, hablando, ajenos completamente a la presencia de una chica sentada en un sofá olvidado. Observaba, bebía y esperaba. Bebía la misma ginebra con tónica, como cuando salía por los bares de siempre y se colocaba en la esquina derecha del mismo bar, observando y esperando. Bebía ginebra y nadie venía. Parecía sola, desinteresada y como por encima de la gente, pero el chico que debería de notar aquello no aparecía. Era el “fantasma del no” que la visitaba siempre que ella deseaba. Pensando en él, imaginándose su presencia, siempre ocultándose de la mirada inquisitiva de los futuros “fantasmas del no”. Así era, y así había sido siempre. Aparecería.


Un día se planteó hablar con alguien. “¿Por qué no?”, se decía. Pero recordaba a sus amigas diciéndole “Chica, si es muy facil, somos mujeres y decidimos…” y creyó entonces que no era una buena idea. Si nosotras decidimos cuando ellos vienen, ¿qué ocurriría si nosotras acudiéramos? Se rompería la lógica de la frase. Una frase importante, una afirmación contundente, porque todos lo pensaban: ellos (que creían ser los que debían de iniciar la conversación), ellas (que creían ser las que tenían que esperar a que ellos iniciaran una conversación) y sus padres y sus madres que siempre la habían dicho “elige bien, hija mía, un chico bueno y majo que te haga caso”. “Que me haga caso, que inicie la conversación”. Y esperando, esperando comenzó a acostumbrarse a esperar. Elegía los mejores lugares apartados, los mejores sillas y sofás, los lugares más accesibles para ellos, y más inaccesibles para ella. Así debía de ser la espera: observar, beber y callar.

Lo que comenzó como una frase hecha, como un hábito, poco a poco se convirtió en su forma de ser. Ya no sabía si esperaba para algo o esa espera la definía, la hacía ser como era ella. Y poco a poco se olvidó de lo que esperaba o lo que era tan importante esperar. Desistió en buscarle significado y perdió la esperanza. Se sentía como una exploradora en plena tormenta de arena, en el desierto. Solo oía el viento, que la susurraba, sentía los granos de arena cegándole la cara, impidiéndole ver más allá con la única intención de escapar. La exploradora del desierto que soñaba con un abrazo salvador, una mano que la agarrara y la empujara del mundo que la rodeaba. Pero nunca llegaba. Sola, entre susurros, “uhhhh”, ella, era la que esperaba, en su sofá del olvido. Porque ella era solo eso, espera eterna.




Serendipity

La vida. Ese continuo de momentos, circunstanciales, o elegidos por nosotros mismos. Cruces vitales de azarosa espontaneidad.

Ella acudió a aquel lugar, como si no pensara en nada. No esperaba nada. Solo un momento de evasión, de conexión con el mundo y con los que quería y la rodeaban. Una copa de tequila. O, a lo mejor no era conexión con el mundo lo que buscaba. Sí evasión. Volar mentalmente hacia otro lugar, despojarse del día a día, flotar en la irracionalidad de las circunstancias, en una nube de absoluta neutralidad. Porque no sabía por qué necesitaba la copa, tan contundente. Una amenaza contra su propia integridad; una forma de hacer las cosas mal, a posta.

Él. ¿Quién era él? Desde de que le habían dicho que no era bueno con el violín, su violín, ya no sabía quien era-a que se dedicaba-quien era. Desde que su novia le dijo que ya no le quería ya no sabía qué quería-si se quería-si alguien le querría, algún día. Lo sabría. Las notas de su nueva composición se colaban, navegaban en su cerebro mezclándose con Common People de Pulp. Era aquel sitio lleno de gente, era aquella copa de tequila lo realmente auténtico. Y nada tenía sentido para él. Había tanto tumulto a su alrededor, que, de alguna forma se sentía solo y empujado por tanta gente… en medio de la nada, intentando sonreír y dar el tipo. Sí, dar el tipo, es lo único que le quedaba. Sus amigos eran buenos tipos, había que estar a la altura de las circunstancias.

Ella no sabía si su amiga le perdonaría. Estaba a su lado. Bebía su medio vaso de tequila, mientras miraba como la rechazaba. Su amiga estaba allí, pero su mirada vagaba como perdida, distorsionada al ritmo de Common People, sí, ”common people”, ¡”vamos gente!, ¡hay que seguir hacia delante!”,pensaba. Acostarse con el novio de una amiga no es la mejor opción. Solo es una opción que duele. Tanto… Es el momento de ir a visitar al dj.. tal vez… “Un buen día” de los Planetas haga que las cosas cambien. Ella se imaginaba teniendo el poder suficiente para cambiar el Todo, ella se imaginaba siendo la reina de corazones que, con su tridente, cambia las circunstancias del mundo.

Él pensó que era el momento de ir a ver a Marc, el dj. Necesitaba a alguien auténtico, alguien que le reconociera como músico, por primera vez en tanto tiempo…Y tal vez, y solo tal vez, “Un buen día” de los Planetas podría ser la opción para animarse.”¡Venga tío, que solo es un sábado más entre tantos! ¡Cómete el mundo! ¡Atraviesa el garito y demuestra quien eres!”.Eran solo algunos de sus pensamientos mientras se abrazaba al panel de la cabina.

“¡Venga guapa! ¡Tu puedes llegar! No puedo…el tequila me impide moverme con claridad. Veo al dj. Es el momento” piensa Ella mientras se tropieza con algo, no sabe con qué, y se estampa con el panel del dj.

“Un Buen Día” de los Planetas, por favor”

“Tío, necesito Un Buen Día de los Planetas,¿lo tienes?”

Justo al mismo tiempo. Ella y Él. En el mismo lugar, bajo las mismas circunstancias. 32” de aproximación espacio-temporal. Toda una estadística improbable para que coincidieran, para que se encontraran, para que se miraran, para que decidieran gustarse y necesitarse. Tanto y en tan poco tiempo… Ahora Él sabía que había esperanza, que podría encontrarse. Ahora Ella comprendería que todo, absolutamente todo es intrascendental, duele menos y es más auténtico, porque ha conseguido evolucionar y encontrarse un poco más, solo ese poco más.

¿Por qué decidieron en el mismo momento, en el mismo instante, pedir la misma canción pasando por el mismo ala este de la sala? ¿Qué habría ocurrido si no se hubieran pedido un tequila, si Él hubiera sido alabado por su violín, si Ella hubiera decido quedarse en casa y no salir aquella noche especial? Nada. Realmente la nada, u otras miles y millones de posibilidades. Conjunción de factores en un espacio tridimensional de coordenadas, que, bajo el influjo de los dados de algún dios caprichoso caían como soldaditos de plomo ante la levedad de las circunstancias. O tal vez, y solo tal vez, ellos debían de encontrarse. Querían encontrarse, pero no lo sabían todavía, aunque llevaban sabiéndolo desde el principio de los tiempos: fuerzas inconscientes que nos empujan, que provocan choques de protones, de neutrones, que nos dirigen hacia la persona con la que estamos predestinados. Porque todo y nada está escrito.¿Quien sabe?



Guión de un Pasado Contrariado


ESCENA 1: INT. CAFETERÍA DEL CENTRO DE LA CIUDAD. NOCHE.

PLANO 1: PLANO MEDIO CORTO, CON LA MESA DE LA CAFETERÍA EN CUADRO Y OTRA MESA, CON DOS JÓVENES EN SEGUNDO PLANO.

BEA Y FRAN están sentados alrededor de una mesa de la cafetería. Observan la otra mesa, que se encuentra detrás de ellos.

(VOZ EN OFF)
Ellos discutían mientras miraban.
Miraban mientras discutían. Y eran viejos, ancianos, mucho tiempo ya vivido desde entonces. Se estaban tomando el café por la tarde, cuando nunca antes lo solían hacer, en la cafetería más céntrica de la ciudad. El ambiente olía a filósofos libreros y a cantautores antiguos. Eran dos amigos que se querían mucho y hacia ya tanto tiempo que no  hablaban…

   PLANO 2: PLANO ENTERO EN BEA.

BEA
Mira esa pareja de jóvenes. ¿No les dará vergüenza? ¡Qué barbaridad!


PLANO 3: PLANO ENTERO EN FRAN.

FRAN
(carraspeando…)¡Es que ya no sabe que hacer la gente de esta generación! En mi época, cuando eras joven…¡no quedabas con la chica más de tres días seguidos! Pero…¿ qué quiere este chaval? ¿Salir con ella? ¡qué disparate! ¡con lo bien que se está sin ataduras ni compromisos!

PLANO 4: PLANO MEDIO CORTO, CON LA MESA DE LA CAFETERÍA EN CUADRO Y OTRA MESA, CON DOS JÓVENES EN SEGUNDO PLANO.

BEA
(agitando los brazos y elevando la voz)¡Sí, Fran! ¡Igualito a mi chaval! ¡Ahora le ha dado por hacer planes de futuro con esa chica!, ¡qué disgusto, qué disgusto! ¡primero sale con una chica y ahora le da por pensar en tener hijos! ¡pero si es un chico! ¡puede recorrer el mundo y fornicar todo lo que quiera! ¡con la cantidad de mujeres jóvenes y atractivas que hay por ahí! ¡y se detiene en una!


FRAN
Ni que lo digas, Bea. Me da una sensación rara… como si realmente tuvieran las cosas claras. ¡Si yo a su edad estaba completamente desorientado! ¡era lo normal!



BEA
¿Desorientado? ¿y yo? ¿cómo estaba yo? Por un lado, tenía la idea de nuestros padres en la cabeza de: “ tienes que formar una familia y tener hijos” y por el otro sentía que de alguna forma no sabía si era eso, precisamente eso, lo que quería…  Y Fran, mi querido Fran, vosotros, en aquella época, no ayudabais en nada con vuestro afán de no vincularos en relaciones y de idealizarlo todo. Buscando la mujer perfecta… ¡jaja! ¿La encontraste?

FRAN
(bajando la mirada al suelo) Sí, estábamos perdidos.

BEA
Sí.

FRAN
(Sonriendo…)Qué bonito era todo y qué bien se está uno ahora.

FRAN
¡Oye, una pregunta! ¿De quién serán todos estos chavales jóvenes que vemos por aquí? Ninguno de mis colegas tuvo hijos…

BEA
Ya. No sé. Tal vez… creo que alguna de mis amigas sí que optó por lo de la inseminación artificial, allá por el… 2020 o alguna realizó ya un último intento antes de que se volviera infertil con las nuevas técnicas de ginecrización. Quería tenerlos, ¡ya ves que tontería!

FRAN
¡Es que…mira que escándalo! ¡cómo se miran! ¡como enamorados! ¡qué pegajosidad!

PLANO 5: PLANO ENTERO EN BEA.

BEA
Es algo realmente extraño lo de esta juventud, de qué forma, para contrariarnos, han vuelto a encontrarse a sí mismos, como de repente.