EVA, VENGADORA DE EXTRAÑOS
Os juro que
nunca me olvidaré de ella, nunca. Eva. Mujer sinuosa de hábitos extraños. Su
voz era aterciopelada, tanto, que cuando hablaba parecía que intentaba
dormirte; tanto, que cuando te susurraba al oído deseabas que estuviera más
cerca. Tocar esa piel suave y tersa, esas mejillas sonrosadas, la melena larga,
su rizado y pelirrojo pelo… sus ojos verdes, mirada perdida en el abismo,
espacio detenido en agujeros del tiempo. Sí, ella era de las que tenían esas
risas pegajosas. Ya me entendéis, de ese timbre de risa que una vez que lo
escuchas no puedes dejar de reírte, sin parar.
Yo la conocí un
14 de Septiembre. Hacía sol y el parque estaba cubierto de hojas secas. Era
como una enorme manta dorada en la que se reflejaban los verdes, los ocres,
como si danzaran peleándose entre ellos. Scotty, mi pequeño perro que era
exactamente igual que el perro del anuncio de Scottex (de ahí su nombre) me
hacía señales desde el otro lado del parque, deseando que le lanzara la pelota.
Sonreí y pensé en lo feliz que era: puesto estable en el mundo de la
publicidad…¡director jefe nada menos! , un pisito de alquiler en pleno centro
de la ciudad, un perro que me adoraba y miles de mujeres que no podían dormir
sin mí… Y es que… mi físico me acompañaba, para qué nos vamos a engañar… metro
noventa, complexión atlética, de gimnasio, moreno, despeinado, con ese tipo de
barbas que ocultan siempre unos ojos espectaculares, de esos que impactan a las
mujeres y que suelo utilizar para alagarlas e intimidarlas… Me gusta vestir a
la moda, no me puedo quejar. Jamás me olvido las rayban en casa, los pitillos
tejanos, las converse, mi coche mini rojo…Es un rollo que suele funcionar. Y a
mí me encanta funcionar, siempre…
Y cuando estaba
a punto de lanzarle la pelota a Scotty absorto en mi felicidad… aparece ella,
como de la nada. Quiere cruzar el césped. Justo por donde estoy yo, erguido… a
punto de lanzarla. Me mira. Siento como una corriente eléctrica recorre mi
espalda. ¡Aaaaah! ¡Es perfecta! Podré conseguirla, una más. Como siempre.
Una semana más
tarde me encontraba en medio de la carretera, desnudo, con una tarjeta que
rezaba: “¿Ahora quién gana? Yo gano, tu pierdes. Te lo merecías. Dana”
Después de cenar con Eva (donde la había
enseñado lo buen y aventajado cocinero que era), habíamos estado follando en mi
habitación de forma desaforada. Eramos como dos conejos en celo donde el
espejo, único testigo de nuestro encuentro observaba cada uno de los
movimientos de mi cuerpo. Ella me pidió que la acompañara a casa. Me negué
varias veces porque me daba pereza hacer tal cosa por una chica a la que no
conocía de nada… Y tras insistirme de una forma tal, no pude negarme y la subí
a mi coche. Creo que fue la cena. Debió de echar algo porque estaba conduciendo
y no noté que estaba quedándome dormido. Eva se reía. Sí, con esa risa que
comentaba al principio, y cuando quise imitarla y reirme con ella ya no vi el
volante. Lo siguiente que recuerdo es que ya no estaba mi ropa. Que mi coche
había desaparecido. Y aquella tarjeta… ¿Dana? ¡Es cierto! ¡La recuerdo! Fue esa
chica de la que pasé tras quedar con ella varias veces… La hice pensar que
quería algo con ella... La prometí que viviríamos juntos, que iríamos.. a
¿Praga? ¿Viena? Bah… me aburrí de ella y Dana lloró el día que pasé de
llamarla.
¿Pero qué tenía
que ver Eva con aquella chica? Estaba decidido. Tenía que descubrirlo. Y en
pelotas, tal como estaba, tapando mi miembro con una sola mano, recorrí los 10
minutos que me quedaban hasta mi casa.
El google me
serviría de compañero aquella noche. “Eva Sanfrancisco”. Una página de facebook
apareció ante mis ojos. No lo tenía capado en absoluto. Podía leer su muro con
absoluta libertad. Como en un impulso
sin dominar, posé mis ojos en la descripción de su perfil:
“Eva Sanfrancisco,
vengadora de extraños. ¿Has tenido algún problema con algún hombre? ¿Te
consiguió con halagos, te prometió la luna y desapareció de repente? ¿Saliste
con él y comenzó a decirte que tenía
interminables reuniones hasta que supiste que te la pegaba con otra? ¿Le
querías pero de repente te dijo que no eras nada para él? Yo soy tu solución.
Es el momento de tu venganza. Ven a hablar conmigo y juntas encontraremos una
forma dulce de reconciliación con tu propia autoestima. Servicio rápido y
discreto. Por ti y todas las mujeres de la tierra. Es tu momento”.
No existían
comentarios. Tan solo esta pequeña descripción. ¡Pero era ella, era su foto!
¿Sería una broma?
No. No podía ser
cierto. ¡Había sido víctima de una loca! ¡Una loca profesional, guiada por otra
loca que quería vengarse de mis actos!
A partir de ese
momento, Eva se convirtió en mi obsesión. Encontré su dirección, busqué en
foros para describir los lugares que solía frecuentar. Esta me la tenía que
pagar, por supuesto.
Parece que se
reunía en cuatro bares concretos. Por la noche, parecía una más. Igual de bella
que siempre, se situaba en una esquina del garito, como esperando. Su vestido
blanco, de encaje, ocultaba unos pechos incipientes, naturales, que se posaban
grácilmente en una silueta perfecta. Su mirada se perdía entre la multitud. Era
la mirada de una mujer fuerte que observaba el entorno con la sabiduría herida
de años de travesía, tras una sonrisa pícara y dulce, una mezcla maquiavélica
de pasión desenfrenada. Sus bellos ojos pintados se posaban en cada uno de las
personas que entraban en el bar, pero al mismo tiempo no observaban nada. Era
como si su única misión en aquel momento fuera estar allí. Estar. Como una
muñeca de porcelana descansando en la balda de la habitación de una niña
olvidadiza. Sí, como eso.
Se rumoreaba, en
los foros que había asesinado. Que pocos, algunos, tan solo algunos habían desaparecido
sin dejar ningún rastro. No podía creerlo.
Parecía tan
inocente… Desde luego que chocaba con el ambiente. Bar de rock. Punks con cresta en las esquinas. Heavies con sus
chupas de cuero, melenas largas y barbas de varios días. La droga corría a una
velocidad tal que solo podía ser comparable a la velocidad con la que el
alcohol hacía efecto en sus venas. Ojos desorbitados. Risas desenfrenadas y
tantas manos sujetando cervezas, copas… la vida dejada a un lado para olvidar.
La vida dejada a un lado para poder ser vivida, torbellino de momentos
reconciliados. Resacas para ser recordadas al día siguiente.
No podía dejar
de mirarla. Me atrapaba en cada uno de sus sutiles movimientos. Y justo, en
aquel momento su mirada se posó en la persona de aquella noche. Una chica
gótica sujeta a la barra de un bar. Pelo moreno y flequillo de los cincuenta.
Cuatro tatuajes en un brazo, piercing en el labio. Eva baja la mirada y se
encuentra con la de ella.
- Ponme otra Sebas. Eva ha llegado.
- No hace falta Sara. Cuéntamelo todo. Necesito saber cada detalle, vamos.
La chica gótica
parecía de esas chicas fuertes. Esas, que van tan pintadas, tan chocantes a la
vista que esperas que te ruja a la mínima. Ya me entendéis, de esas que tienen
carácter, demasiado. Yo seguía
observándolas con mi gintonic entre las manos. Hacía como si hablara con aquel
grupo mixto, hombres y mujeres a los que no conocía de nada. Daba igual. Iban
tan borrachos y drogados que podía haberles dicho que era su hermano y me
hubieran creído. Así que las observaba de medio lado, por el rabillo del ojo,
lo suficientemente lejos como para que no me vieran, lo suficientemente cerca
como para enterarme de la conversación.
Fueron las
palabras de Eva, la mirada de Eva. La mano posándose en la de ella. Sara
comenzó a llorar. La fuerza de su aspecto de desvaneció en dos hilos de
lágrimas negras, un par de cleenex llenos de mocos. Su cuerpo convulsionándose
en espasmos, fruto del llanto contra el cuerpo firme de Eva.
- Él… él… Cuando llegué a casa… Él… él…
- ¿Qué pasó Sara? Cuéntame, no temas.
- Cuando llegué a casa… Él estaba en nuestra habitación… con… ¡otra! Escuchaba sus gemidos tras la puerta… Era la cama que compramos juntos… ¿sabes? Èl decidió que los muebles debían de ser buenos porque era una inversión de futuro… y…
- Bien. Lo estás haciendo muy bien. – contestó Eva mirándola a los ojos mientras la abrazaba. - ¿Conocías a la chica? ¿supiste quien era?
- ¡No! Bueno sí… pero no pensé que pudiera… Él me quería… No podía pensar que pudiera liarse con su mejor amiga, de forma tan descarada… supe que era ella porque la escuché tras la puerta, era su voz, estoy segura…
- Pero… Sara… ¿Notaste algo de él antes de que ocurriera esto?
- ¿Algo?
- Si, algo, ya sabes. Señales.
- ¿Señales?
- A ver Sara… Pues… que hubierais tenido problemas… discusiones, notarle alejado… ya sabes…
- Pues…no. Nada.
- ¿Nada?
- No.
- Bien. Tu venganza será proporcional a tu dolor. ¿Cómo quieres que lo hagamos?
- He traído el dinero. Quiero el pack completo. Quiero que sufra. Me gusta la Estrategia de la Locura.
- Perfecto. Le seguiré para estudiar sus rutinas… ¿sabes como funciona esto, no? Cambiaré aspectos concretos de su vida…como el lugar donde pone las cosas… el nombre de su DNI, convenceré a sus vecinos para que le digan que no le conocen… ese tipo de cosas… ¿entiendes lo que supone?
- Sí. Que no podré tener más contacto con él.
- Y si lo tienes es para confirmar mis trampas. Él sufrirá y tu te sentirás mejor.
- Ojalá Eva.
- De verdad.
Tras
esta conversación, Eva se levanta de su asiento. Mira al camarero y pide un
chupito, bebiéndoselo de un trago. Tan masculina y a la vez tan femenina… Mira
a Sara y se despide. Pero no se va. Solo se desvanece en el tumulto, mismo bar,
misma esquina.
Es
Dana. La he reconocido. Está ahora a su lado. Qué frágil parece ahora. Es
increíble que no me hubiera dado cuenta antes de su fragilidad. Abraza a Eva.
Parece que se va a romper, en pequeños pedazos, como si se la llevara el
viento. Su media melena rubia se posa en los hombros de Eva. La vuelve a
abrazar.
- No sabes lo agradecida que te estoy Eva. – dice Dana mientras su voz se quiebra por momentos. – Lo hiciste tan bien… Solo siento que tuvieras que acostarte con él. Es algo que no sé estuvo bien, realmente…. Pero ahora…estoy tan… completa…
- Se ha hecho justicia, amiga mía.
- Toma, la otra mitad del dinero. Al final del trabajo, como acordamos.
- Toma, el vídeo donde aparece él un poco… ya sabes, desnudo de espíritu. Te reirás, seguro. Es el recuerdo de tu triunfo.
- ¿Por qué haces esto?
- ¿El qué…Dana?
- Ya sabes. Estos encargos. No ganas más que dinero. Debió de ocurrirte algo muy duro en el pasado para que te hayas dedicado tan de pleno…
- No hago nada de más. Lo hago por mi y por todas las mujeres del mundo. Alguien tiene que hacerlo, ¿no?
Y lo peor de todo, es que era cierto.